jueves, 13 de junio de 2013

Cambios


Increíble. Sin palabras. No puede haberme cambiado más la vida en los últimos meses. No tengo palabras para describir la satisfacción que siento cada día, cada jornada acabada. Cada anochecer, conduzco camino a casa en mi nuevo y flamante buga con la radio a todo volumen y cantando a voz en grito como si no hubiera un mañana el mega-heat que lo está petando en la radio en ese momento. Los demás conductores me miran alucinando, pero me da igual. Me dan ganas de bajar la ventanilla y gritar:

¡¡¡ES QUE SOY FELIZ!!!

Y es que es sorprendente cómo un trabajo puede cambiarte la vida. Y no me mal interpreten. Entiendo que, con el nivel de paro que hay en este país, no está la cosa como para encima ir una quejándose del trabajo, fortuna del que lo tiene. Pero lo siento, perdónenme, yo me quejaba entonces y, por el contrario, me congratulo ahora. Creo que, del mismo modo que antes cada día refunfuñaba, remoloneaba en la cama hasta lo indecible con auténtica amargura por tener que ir a la oficina un día más, contestaba con mi cara hasta los pies al ingenuo que osaba preguntar “¿qué tal el curro?”, e incluso escribía alguna lindeza en la red social por excelencia del tipo “asco de día!”, ahora, lo justo es hacer todo lo contrario, alabar a la vida por este regalo que me ha brindado, agradecer lo que tengo, cuidarlo y, sobretodo, disfrutarlo. ¿Y cuál es la mejor manera de disfrutar algo sino compartiéndolo con los demás?

Pues eso.

Yo entiendo que hay profesiones que son duras, exigentes y sacrificadas. Entiendo también la “cadena evolutiva laboral” y que es perfectamente normal tener un jefe-cabrón (conste que el mío era estupendo), o algún compañero anormal que se dedique a hacerte la vida imposible…. Vamos, que no sería ni la primera ni la última persona en padecer algo así, y apuesto a que muchos leerán esto y pensarán “menuda niñata que no sabe lo que es currar duro”. Pues lo siento, DISCREPO. Sé lo que es. Lo he vivido en mis propias carnes y hablo con conocimiento de causa. Y no creo que sólo sea trabajo duro el trabajo físico (que considero no duro, durísimo).

La teoría es que trabajas para vivir, y no que vives para trabajar, con lo que el trabajo debería ser sólo una parte de tu vida, importante, por supuesto, pero NO una fuente de preocupaciones constantes que hace que dejes de disfrutar el resto de las cosas buenas, NO que se convierta en las ramas que te impiden ver el bosque, NO que haga que todo sea negativo. NO SEÑOR.

Lo cierto es que todo el que me conoce sabe que yo soy una disfrutona sin remedio, positiva por excelencia y alegre por defecto. Pero hubo una época en la que esas cualidades se vinieron a menos, incluso llegó un momento –corto, pero intenso- en el que estaba mustia como una planta olvidada, no brillaba, no sonreía y la tónica general eran agobios, deadlines, marrones, noches trabajando hasta las tantas seguidas de madrugones ilegales, tensiones, días enteros sin pegar bocado o malcomiendo a deshoras, cafés a granel, adrenalina que sube y baja como el Dragón Khan…

Por suerte todo eso duró poco, en seguida volvió a resurgir la disfrutona que hay en mí como el Ave Fénix de sus cenizas. Empecé a sacarle el jugo que, como casi todo en esta vida, también lo tenía: aprendí a contrarreloj, hice unas amistades maravillosas en la solidaridad del puteo, me vine arriba y supe de lo que era capaz, gané tablas y espabilé a marchas forzadas, y, a pesar de todo, descubrí unos jefes formidables a los cuales guardo gran cariño, que me valoraban, que supieron decirme en el momento adecuado “eres buena y llegarás lejos”, y que hicieron que creyese en mí misma y en mi potencial más y más cada día.

Así que, después de todo aquello, ahora, tras semanas y semanas sin contar nada, me veo en la obligación, por justicia, hasta por equilibrio vital, de gritar un gigante ¡¡¡YUJUUUUUUUUUUU!!! por lo contenta que estoy en mi nuevo trabajo (y que dure), por mis buenos compañeros, por el buen ambiente (y que siga así), por el buen salario (y que no baje!), por el buen horario (bueno, mejor que el anterior, que no era difícil), por los buenos temas, las buenas instalaciones, la buena ubicación, la buena luz… ¿se puede pedir más? Seguro que sí. Acabo de llegar, como quien dice, pero denme tiempo...


LNV

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¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡YUJUUUUUUUUUUUUUUU!!!!!!!!!!!!!!


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